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Teatro indígena prehispánico: Rabinal Achi

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Se dice y en muchos libros es una afirmación categórica que los griegos inventaron el teatro. Qué Sófocles y Eurípides pusieron por vez primera a unos hombres disfrazados a representar la humanidad de los hombres, frente a otros hombres, creando de esa forma a los espectadores y a los actores en una simbiosis espectacular donde el atractivo principal era y es justamente entretener. Sin embargo, para cuando Lope de Vega aparece en escena con sus hermosas obras y Shakespeare nos abre a la imaginación con sus piezas en torno al amor, a la traición y a la codicia, ya se habían escrito piezas en América muchos siglos atrás con temáticas en torno al medio ambiente, a los asuntos del espíritu y por supuesto a las preocupaciones terrenales que todos nosotros nos continúan  aquejando. Piezas representadas y escritas por indígenas en lenguas prehispánicas que fueron negadas durante mucho tiempo por los hombres blancos que llegaron a América con toda su barbarie y borraron del mapa lo más que pudieron de la cultura en su eurocentrismo salvaje, que aun hoy en día persiste, matizado claro está  gracias al conocimiento y la educación… Con excepciones claro.

De acuerdo con cronistas e historiadores, las grandes culturas prehispánicas tuvieron un teatro bastante evolucionado. Cortés y Sahagún nos comunican que los Aztecas, últimos herederos de la cultura Náhuatl, usaban una forma de teatro que tenía como finalidad divertir al pueblo, pero que también se usaba como medio de enseñanza de mitos y tradiciones.

Por el testimonio de algunos de los evangelizadores, se sabe que en Tenochtitlán y en Cholula por ejemplo había representaciones teatrales vespertinas que se efectuaban en espacios abiertos, especialmente destinados a ese fin. “Que se aseaban y adornaban con esmero, y en los que se desarrollaban en ocasiones escenas cómicas con atavíos muy vistosos”. Los intérpretes con frecuencia se disfrazaban de animales, y su caracterización y sus palabras, divertían a los espectadores, aunque en ocasiones también había obras destinadas a la reflexión y el acogimiento.

Una de esas primeras obras de Gran profundidad (además del Popol Vuh y los Anales de los Xahil) es el Rabinal Achi, un drama Maya Quiché, qué es quizá la única obra que sobrevive  del teatro prehispánico escrito en América gracias algún bondadoso español que lo escondió por ahí, antes de ser quemado como muchos de los códices, historias y sabiduría de las civilizaciones precolombinas.

Algunos de estos fragmentos de poemas épicos y líricos fueron Salvados por Sahagún y sus continuadores, piezas artísticas que inclusive siglos después continuaron destruyéndose por ser vistas como obras dramáticas profanas de carácter obsceno e idolátrico afines al demonio.

Entre los mayas de Yucatán,  también había espectáculos teatrales, con cierto predominio del ademán sobre la palabra y estrechamente ligados a la música.

Fray Diego de Landa escribe en su Relación de las Cosas de Yucatán: “los indios tienen recreaciones muy donosas y principalmente farsantes que representaban con mucho donaire…” el mismo Landa escribe “tenían delante la escalera del norte, algo aparte, dos teatros de cantería pequeños de cuatro escaleras y enlosados por arriba, en que dicen representaban las farsas y comedias para solaz del pueblo”.

El Rabinal Achi (con acento en la i).  Pertenecía a la cultura maya, fue escrita en Quiché y significa el varón del Rabinal. -Esta obra se siguió  representando después de la conquista durante unos tres siglos aproximadamente hasta el año 1820 en su versión original-.

El argumento es muy sencillo: el varón del Rabinal hijo del jefe 5 lluvia vence en una batalla al varón de los Queché  y después de hacerlo prisionero lo lleva ante su padre, este le concede al vencido varios favores como “Suprema señal de muerte” y después como correspondía a todo Guerrero prisionero de guerra, el barón de los Quché es sacrificado. “Mientras al danzar simulan atacarse los bailarines rondan alrededor de los personajes principales que en ocasiones se injurian y se jactan de sus propios méritos, entonces la danza se interrumpe, la música continúa y el diálogo poético alcanza niveles muy altos. La música vuelve a sonar, se reanuda la danza, para dar continuación a los cuadros épicos hasta llegar a su fin”. (George Raynaud, 1928)

Dividida en dos actos, La obra se representaba acompañada  de danza y música.  La música, o mejor dicho la “orquesta” que acompañaba al Rabinal Achi, comprendía hasta donde se sabe dos trompetas, el tun (tunkul en Yucatán,  teponaztli en México), flautas (xul), silbatos de diferentes sonidos, calabazas huecas llenas de granos o piedrecillas con un mango para agitarlas (qué servían de cajas de resonancia), así como un rudimentario instrumento de cuerda montado sobre una especie de arco y finalmente un gran tambor sagrado.

Nuevos autores han visto en esta obra una reflexión de la naturaleza la creación de la vida y el significado de la bondad el valor y la humildad.

(Obras a consultar: Hernán Cortés: “Cartas de Relación de la Conquista de México”. Fray Bernardino de Sahagún: “Historia General de las Cosas de la Nueva España”. Fray Diego de Landa: “Relación de las Cosas de Yucatán”. Ángel María Garibay: “Historia de la Literatura Náhuatl”. Miguel León Portilla: “Teatro Náhuatl Prehispánico”. Georges Raynaud: “Prefacio y traducción al francés del Varón de Rabinal”. Luis  Cardoza y Aragón: “Versión española del Varón  de Rabinal”).

Alberto  Roblest