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Mi ventana es una tumba- reseña

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¿Cuánto es el dolor por un ser querido que se muere? Llueve y llueve, agua que desnuda las paredes y va muy bien con la tristeza, con el sentimiento de soledad que no abandona al protagonista de esta novela en torno a la muerte y al pasado que no pasa, pues está detenido, como la enfermedad. “La paz de los muertos es el silencio absoluto que los vivos no toleran”.

Con reminiscencias de Albert Camus en “El Extranjero”, Mi ventana es una tumba es una novela de corte intimista que también podría ser el diario de un hombre en crisis al que varias cosas se le juntan. La muerte de su progenitora, el fin de una relación amorosa de dieciocho años y la extrañeza de una pequeña ciudad en la que parece no encontrarse. “Yo no pude sacar lágrimas. Fui un hombre enojado con Dios, peleado a vida con la muerte”.

Desde el título, este personaje nos indica que está enterrado, y desde la tumba abierta ve el mundo. Un entorno afuera en el que  acaso todos los personajes están muertos también, o son sólo sombras de un submundo donde impera la humedad y  la soledad.

El dolor se ahuyenta con rezos, no con llanto. Orar no alivia, pero confirma la ausencia inminente del ido…

¿Es acaso que este tipo ya se murió y sus ojos sólo son las ventanas del cadáver andante?  “Lo normal, al perder a un ser querido, es sufrir hasta el hartazgo, consumirse, llorar por cualquier pretexto y tener siempre la nostalgia de lo que hizo el difunto. Pero no. Yo estoy bien, mi madre murió. No la lloré. No puedo. Es todo. Nos liberó del no saber qué hacer con su agonía.”

Entre resacas, encuentros sexuales más o menos satisfactorios y visitas a la solitaria casa familiar, el personaje nos relata el fallecimiento de su progenitora días antes, días después de que suceda el infortunio y la crisis que todo lo empapa, excepto una ventana desde la que espía a su vecina, o al menos eso cree, pues sólo ve una sombra que deambula de un lado a otro.  ¿Quién es la sombra que camina enfrente en la casa contigua: acaso una idealizada vecina que se ha creado el mismo casi al punto del enamoramiento, o  una jorobada vieja y contrahecha producto de su terror y soledad? ¿Acaso la reencarnación de un amor infantil, o sólo la proyección de la presencia de la madre. O mejor aún: ¿Acaso sólo un pretexto para la escritura?

A la entrada de la parroquia me topo con un cortejo fúnebre. Basta. Con un leve estremecimiento vuelvo a casa, atranco la puerta, caigo de nuevo en la desgana doméstica de cada día, los consabidos muebles, sofás, lámparas, libros, cuadros, interruptores, manijas, polvo, basura, moscas…

Publicada por el Fondo Editorial Estado de México, “Mi ventana es una tumba” es un texto que nos lleva de principio a fin por la memoria, el amor y la imaginación que a veces nos hace desaparecer y a veces sólo difuminarnos con los objetos que habitamos.

“Mi ventana es una tumba”, Juan Luis Nutte, Fondo Editorial Estado de México, 2014

Octavio Lasañe.